Resistencias Moleculares: La prensa gráfica bajo la dictadura militar argentina. 1976-1983
En la Argentina que nace con el golpe militar del 24 de marzo de 1976, el poder del Estado, que se pretendió total, encontró resistencias y fisuras. La parálisis social de ningún modo fue completa. Para mediados de 1982, derrota de la Guerra de Malvinas mediante, estaba claro para los propios protagonistas que la acción y la solidaridad habían terminado por vencer, poco a poco, al miedo de los años iniciales.
Estamos acostumbrados a pensar la resistencia a las dictaduras como confrontación militar. O, en su defecto, bajo la forma de grandes huelgas o movilizaciones de masas. Sin embargo, fueron muchas más las modalidades que asumió la resistencia bajo la última dictadura argentina, si pensamos en los artistas cuyas metáforas críticas escapaban a la censura; en los abogados que buscaban los resquicios legales del sistema para dar con los desaparecidos; en los intelectuales desplazados de la universidad que creaban pequeños centros de investigación o dictaban cursos en sus propias casas; en los familiares que no se resignaban al imperio del terror y de la muerte y en su obstinado peregrinar lograban conseguir información o publicar una solicitada; en suma, a los y las estudiantes, vecinos, obreros que establecían lentamente lazos de solidaridad, discusiones políticas y señales de contención afectiva para resguardarse de la represión y del clima de sospechas e hipocresía al que buena parte de los argentinos se estaba acostumbrando.
Modalidades, podríamos decir, de resistencia molecular. Carlos A. Brocato denominó así aquellas formas que no intentan “reponer el cuerpo, pues esto pone al descubierto la actividad y la hace fácilmente vulnerables, sino en re-unir los átomos dispersados por el embate represivo y re-organizarlo en torno de pequeños espacios de actividad […]. La resistencia renuncia tácticamente a reconstituir el cuerpo, porque sabe que es una batalla suicida, y se esfuerza estratégicamente en impedir la atomización”.
Algunos de los testimonios más elocuentes de esta resistencia molecular a la dictadura los encontramos en la prensa gráfica de la época: revistas de humor que a través de la risa fueron erosionando la imagen de los militares como un poder omnímodo; fanzines juveniles que manifestaban su malestar a través de códigos contraculturales; revistas de cultura que agrupaban a colectivos intelectuales que se resistían al silencio o a la soledad. Buena parte de los partidos políticos prohibidos por la dictadura persistieron en editar sus periódicos y sus revistas. Algunos lo hicieron en forma clandestina (como El Combatiente o Evita Montonera) y debían distribuirse cuidadosamente, de mano en mano, mientras que otros arriesgaron el camino de cierta semilegalidad para llegar a la venta masiva en kioscos de diarios. Aunque debían adoptar títulos anodinos —como Informe o Comentarios—, los lectores no tardaban es descifrar el código político oculto. También lo descifraban a menudo los censores, por lo cual eran clausurados frecuentemente, de modo que volvían a aparecer al mes siguiente con un nuevo nombre.
A pesar de la intervención a los sindicatos, no todos los burócratas sindicales llamaron a desensillar hasta que aclare: algunas corrientes gremiales resistieron con paros, con huelgas, con marchas. Así como no toda la prensa argentina acompañó el “Proceso”. En junio de 1976 Rodolfo Walsh fundó ANCLA, Agencia de Noticias Clandestina. Unos pocos medios, como el diario argentino-británico Buenos Aires Herald o el semanario de cultura judía Nueva Presencia, parcialmente resguardados por su condición de “medios de comunidades”, se arriesgaron a publicar regularmente informaciones sobre las violaciones a los derechos humanos. Las asociaciones de exiliados argentinos en Europa y América Latina volcaron sus denuncias en diarios, boletines y revistas, sensibilizando a la opinión pública internacional.
Estas formas de resistencia alentaron a quienes debían resistir en condiciones más duras: dentro de las cárceles o los centros clandestinos de detención. Los presos políticos resistieron bajo diversas formas, y encontraron el modo de transmitir informaciones al exterior. Muchas de las personas que eran liberadas, a pesar del miedo y el dolor, les contaron a otros lo que habían vivido, lo que habían visto, los nombres que recordaban, los pocos datos que habían logrado obtener. Así, muy de a poco, fue posible comenzar a reconstruir el oscuro y hermético esquema represivo: la localización de algún lugar de detención, el nombre o el alias de algún represor. Gracias a estos testimonios, además, muchos familiares de desaparecidos pudieron saber cuándo y en qué centro clandestino fue visto con vida por última vez su ser querido. Los propios organismos de derechos humanos se manifestaron a través de solicitadas en los diarios, pero también a través de boletines, revistas y volantes que circularon de mano en mano durante los años de plomo.
Resistencias moleculares exhibe una parte sustantiva de la prensa resistente a la dictadura publicada tanto en la Argentina como en el exterior. Se trata de revistas culturales, de humor político, periódicos, solicitadas, boletines sindicales, volantes, afiches elaborados desde la denuncia urgente de los primeros meses de la dictadura, hasta la proliferación de espacios críticos durante los años 1982 y 1983, marcados por las movilizaciones y el entusiasmo ante la apertura electoral.
Todo este material fue reunido por el CeDInCI —cuya especificidad en la recuperación de este tipo de documentación fue el eje de sus políticas patrimoniales desde sus inicios— gracias al aporte de cientos de donantes, cuyos nombres sería imposible consignar aquí.
No nos propusimos exhibir las muestras del terror, que desgraciadamente abundan. Buscamos reponer las múltiples resistencias, de las más masivas y visibles, a las más pequeñas y moleculares. Quisimos recordar, 40 años después, que dentro y fuera de los centros clandestinos de detención, dentro y fuera de las cárceles, dentro y fuera de las fábricas, dentro y fuera del país, funcionaron focos sostenidos de resistencia que demostraban, finalmente, que era posible desafiar al poder y construir un espacio, por diminuto que fuera, donde la dominación no podía entrar, donde el terror encontraba su propia impotencia. Sea a través de grandes o de pequeños gestos, las prácticas de oposición y resistencia al terror estatal se fueron entrelazando y muy de a poco, con el tiempo, lograron hacer mella al silencio y al poder de la dictadura, demostrando así que, aun en las peores condiciones de opresión, la historia siempre ofrece un lugar para la acción libertaria y solidaria de las personas.
***
La muestra se inauguró el 23/03/2016, en conmemoración del 40 aniversario del golpe de Estado de 1976, en la sala Clement Moreau del CeDInCI y el 02 de diciembre del mismo año en la sede Manuel Belgrano de la Universidad Nacional de San Martín.
Créditos
Curaduría y montaje: Verónica Tejeiro y Eugenia Sik, con la colaboración de Horacio Tarcus.