Imágenes de denuncia

  

El programa visual de Monde se presentó como una herramienta fundamental para denunciar, concientizar e incitar hacia la movilización al lector, apelando a diferentes estrategias que ampliaban o condensaban los sentidos para comunicar un mensaje en clave antifascista. A lo largo de sus tapas, las imágenes de tapa privilegiaron un lenguaje claro y conectado con la realidad. No obstante esa búsqueda de claridad, las producciones creativas de Monde muestran un grado de complejidad y diversidad que escapa a cualquier tipo de rotulación. Es posible observar la convivencia entre un conjunto de imágenes que busca revelar diferentes situaciones de opresión (explotación y exclusión social, persecuciones, torturas y exilios) y otro grupo que se destaca por su tono combativo, expresado por medio de manifestaciones, banderas y puños levantados.

Unas veintisiete portadas de Monde (de la n° 256 a la 283) fueron ilustradas con el mismo grabado de Frans Masereel, estampado en diferentes colores. Ya sea por una cuestión de abaratar costos o por alguna otra razón, esta imagen forma parte de un programa visual más amplio que tenía el propósito de denunciar las situaciones de explotación e injusticias causadas por el sistema capitalista. Sin la necesidad de facilitar la observación, la superposición de planos y figuras que ejecuta Masereel, sumado a la mezcla de elementos y símbolos, como edificios, tanques o una cruz, que colisionan entre sí, evidencian la contracara del “Progreso” y la “Civilización”.

              

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Uno de los colaboradores más activos de Monde fue el alemán Max Lingner. Entre los muchos ejemplos, una de sus litografías remite a la invasión japonesa de Manchuria ocurrida entre septiembre de 1931 y febrero de 1932. Allí, la imagen complejiza los significados de un acontecimiento que, desde las páginas de Monde y de un amplio sector de la izquierda, era interpretado como parte del plan imperialista que no sólo buscaba la explotación de recursos en territorio extranjero, sino también la derrota previa de la Unión Soviética para acceder al norte de Manchuria. Esta cruzada imperialista y “antisoviética” era condensada por Lingner a partir la silueta amplificada de un obrero que emerge sobre las masas, que lo acompañan con banderas rojas, para avanzar sobre el ejército japonés. De esta manera, el artista, internacionalizaba el problema y vinculaba las luchas de los trabajadores de las metrópolis con los movimientos de liberación nacional en Asia, África y, podría añadirse, América Latina, si se contemplan las notas dedicadas por el semanario a esta región. La litografía de Lingner resuelve lo que los textos plantean como problema, incitando, a su vez, a la movilización de las masas.

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